Por Eric Pedersen, director de inversiones responsables de Nordea Asset Management
La actitud de la industria de la inversión ESG se ha transformado permanentemente. Después de años de considerarse como un mero nicho, la sostenibilidad se ha convertido en un requisito esencial para la mayoría de los inversores.
Sin embargo, si bien los inversores son ahora muy conscientes de los numerosos beneficios de la ESG, las filosofías y los enfoques siguen variando ampliamente. Esto se hace aún más evidente que en el debate entre el compromiso y la exclusión.
En Nordea, no tenemos miedo de excluir a las empresas cuando lo consideramos necesario, por ejemplo, debido a incumplimientos de las normas internacionales o a las normas específicas de la ESG de las carteras individuales. Al mismo tiempo, creemos que el compromiso puede ser una herramienta poderosa para fomentar una transición sostenible, Protegiendo el los inetreses de los accionistas e incrementando los beneficios a largo plazo.
La cuestión del compromiso o la exclusión se intensificó recientemente durante la cumbre climática de COP26, en la cual muchos participantes animaban a los inversores a esencialmente descartar todas aquellas que por divesos motivos emiten grandes cantidades de carbono a nuestra atmósfera, en particular a las empresas que operan dentro del sector minero. Además de las consideraciones climáticas, los inversores comprenden que la industria minera está expuesta a muchos otros riesgos significativos de sostenibilidad, incluidos los relacionados con la seguridad de los trabajadores, la protección de la biodiversidad y la protección de los derechos humanos y los medios de vida.
Sin embargo, aunque hemos excluido a empresas con fuertes exposiciones, por ejemplo, a la minería del carbón y a la extracción de arenas petrolíferas durante varios años, creemos que una exclusión general del sector minero sería extremadamente perjudicial para la transición del planeta hacia los objetivos net cero. Desde nuestro punto de vista es esencial comprometerse con aquellas empresas que tienen un camino trazado y la voluntad de adaptarse a los requisitos del mañana, pudiendo crear a demás resultados muy positivos tanto desde el punto de vista financiero como medioambiental.
El cobre, por ejemplo, es un metal esencial para la transición de energía limpia, debido a su conductividad térmica y eléctrica y a su resistencia a la corrosión. El cobre es fundamental para paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y almacenamiento de baterías, mientras que se emplea ampliamente en la fabricación de cables eléctricos y cables, fontanería y otros equipos electrónicos.
Dado que será necesario extraer cantidades récord de cobre para permitir la descarbonización a gran escala de la economía mundial en los próximos años, ¿es posible que los inversores de la ESG tengan un impacto positivo en las características de sostenibilidad de las empresas que operan en este espacio? Ciertamente creemos que este es el caso, como lo demuestra nuestro continuo compromiso con el grupo minero privado chileno Antofagasta, uno de los mayores productores de cobre del mundo.
Antofagasta muestra que algunas compañías mineras están dispuestas a adaptarse y actuar
En los últimos años hemos participado repetidamente con Antofagasta en temas relacionados con los derechos laborales y la seguridad de los trabajadores, la gestión del agua y el riesgo climático. En el transcurso de estos compromisos, hemos visto a Antofagasta implementar numerosas iniciativas positivas, como un compromiso para desarrollar informes sobre el riesgo climático de acuerdo con las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras relacionadas con el Clima (TFD). Aquí, la compañía mencionó nuestro diálogo como un factor clave en su decisión.
Antofagasta ha superado recientemente los objetivos a corto plazo relacionados con las emisiones de gases de efecto invernadero y el despliegue de energía renovable, mientras que su directorio agregó el riesgo climático a su lista de áreas de riesgo prioritarias por primera vez.
Nuestro equipo de ESG ha seguido recientemente con Antofagasta para continuar el diálogo sobre sus esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente cuando la empresa ha anunciado que está adoptando nuevos objetivos y estrategias de reducción de carbono a más largo plazo. Como Antofagasta ha entrado recientemente en el mercado de bonos, también tuvimos un diálogo exploratorio sobre la relevancia de las estructuras de bonos verdes o vinculadas a la sostenibilidad para futuras emisiones.
Si bien el diálogo positivo es constructivo, en última instancia todos los esfuerzos de compromiso deben dar lugar a compromisos y acciones más ambiciosos. Resulta alentador que Antofagasta siga dando pasos positivos hacia adelante, como el anuncio reciente de su meta de ser neutral en carbono para 2050. Es importante destacar que la empresa pretende reducir sus emisiones totales en un 30% para 2025.
Como siempre, buscamos aclarar cómo Antofagasta podrá cumplir con estas ambiciones. El mayor desafío de la empresa es la capacidad de informar sobre sus emisiones indirectas –o «ámbito 3»– de la cadena de valor. Está desarrollando activamente su capacidad para informar sobre emisiones indirectas, que depende de estrechas asociaciones con compañías navieras y fundidores.
En respuesta a nuestros esfuerzos anteriores, Antofagasta nos informó que en breve publicará informes en línea con las recomendaciones de la TFD, que destacarán cómo sus operaciones están alineadas con los diversos escenarios climáticos. También seguimos dialogando sobre su estrategia climática en curso y seguiremos presionando sobre su progreso en la descarbonización. En general, los avances que Antofagasta ha hecho en relación con los riesgos climáticos y otros elementos de ESG recientemente nos han llevado a mejorar nuestra puntuación interna de ESG en la empresa de B+ a A.