Por Elin Noring, Sr ESG Analyst en Nordea Asset Management
En lo que respecta a la inversión sostenible, el mercado ha pasado claramente del «por qué» al «¿por qué no?». El pasado año se alcanzó el récord de los 650 mil millones de dólares en fondos con expectativas ESG, lo que significa un 10% sobre el total de fondos mundiales. Ahora se espera que los activos gestionados con temática ESG alcancen los $50 billones de dólares estadounidense para 2025.
A medida que miramos hacia un futuro con menos emisiones de carbono, entendemos que la descarbonización de nuestras carteras de inversión será un componente vital de la transición. Sin embargo, para que los inversores adopten un cambio significativo, es crucial que vayamos más allá de la exclusión.
En nuestra opinión, no basta con seleccionar a las empresas sostenibles. Tenemos que influir en el comportamiento de aquellos que quedan más rezagados en términos de sostenibilidad, como los grandes emisores de carbono en el sector minero. La propiedad activa, utilizando tanto el compromiso como el voto para influir en las empresas, sigue siendo fundamental.
Incidir positivamente en las empresas «pesadas»
El cobre, por ejemplo, es un metal esencial para la transición de energía limpia. El cobre es fundamental para paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y almacenamiento de baterías, mientras que se emplea ampliamente en la fabricación de cables eléctricos y cables, fontanería y otros equipos electrónicos.
Como será necesario extraer cantidades récord de cobre para permitir la descarbonización a gran escala de la economía mundial en los próximos años, los inversores ESG pueden tener un impacto positivo en la sostenibilidad de las empresas que operan en este espacio.
Por ejemplo, hace poco hicimos un seguimiento con Antofagasta, uno de los mayores productores de cobre del mundo, con los que continuamos un diálogo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora particularmente, la empresa ha anunciado que está en proceso de adaptar nuevos objetivos y estrategias de reducción de emisiones a más largo plazo. Como Antofagasta ha entrado recientemente en el mercado de bonos, también tuvimos una conversación donde les explicamos la relevancia de las bonos verdes o vinculados a la sostenibilidad en vista de futuras emisiones.
Antofagasta nos informó que en breve publicará informes en consonancia con las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Climáticas (TFD), que destacará cómo sus operaciones están alineadas con diversos escenarios climáticos. También seguimos colaborando en su estrategia climática en curso y seguiremos ejerciendo presión para su progreso en la descarbonización. En general, los avances que Antofagasta ha hecho en relación con los riesgos climáticos y otros elementos ESG recientemente nos han llevado a mejorar nuestra puntuación interna de ESG en la empresa de B+ a A.
Alentando los pasos en Brasil
El compromiso es también una herramienta poderosa cuando se trata de promulgar cambios a nivel gubernamental. Por ejemplo, en Nordea formamos parte de una coalición de inversores que está hablando con el gobierno de Brasil acerca de adoptar una postura más dura sobre la deforestación y la protección del medio ambiente.
En nuestra opinión, la pérdida de biodiversidad es un riesgo sistémico y uno de los mayores desafíos globales de nuestro tiempo. La naturaleza se está erosionando a tasas sin precedentes en la historia humana y nos enfrentamos a la pérdida irreversible de especies vegetales y animales, hábitats y cultivos básicos. Las investigaciones del Foro Económico Mundial (FEM) estipularon que generando 44 billones de dólares estadounidenses –más de la mitad del PIB total del mundo- se necesita una dependencia moderada o altamente de la naturaleza y sus servicios. Al mismo tiempo, el FEM estima que las transiciones positivas a la naturaleza podrían generar hasta $10,1 billones de dólares en valor comercial anual y crear 395 millones de empleos para 2030.
Si bien desde hace algún tiempo nos preocupa la política climática de Brasil, nuestros esfuerzos por entablar relaciones con las agencias públicas y las asociaciones empresariales sobre este tema han comenzado a mostrar señales de esperanza. Por ejemplo, las regulaciones de amplio alcance sobre ESG anunciadas por el Banco Central de Brasil a fines del año pasado son un buen paso adelante. La nueva regulación incluye el requisito de que todos los servicios y productos financieros tengan en cuenta las repercusiones ambientales, sociales y climáticas en amplio espectro.
Aunque la acelerada crisis climática sigue siendo preocupante, hay muchas razones para el optimismo durante el resto de 2022 y más allá. El mundo se está despertando y los inversores se están poniendo manos a la obra.